Del otro lado del Atlántico
En nuestro regreso a Buenos Aires la necesidad de antecedentes comenzó a satisfacerse. Comentando la vivencia de María, alguien nos alertó sobre casos parecidos relatados en los libros del ufólogo español Juan José Benítez, fue entonces cuando algunos recuerdos se adueñaron de nuestra memoria y llegamos al ansiado libro. En La Punta del Iceberg se relataba un hecho ocurrido en 1948 en la localidad extremeña de Garganta la Olla, en el que un hombre había visto una monja con patas de cabra. José Pancho Campo tenía alrededor de 60 años, era agricultor, pero también tenía un rebaño de cabras. Cierto día, después de escuchar sus voces, había invitado a pasar a su casa a unas mujeres que estaban en su puerta sintiendo frío. Solo una de las mujeres penetró en la cabaña, y esto se puede leer textualmente en el relato de su sobrino: "vestía de negro, como una monja, aunque, al contrario de lo que suele pasar con las verdaderas monjas,
aquella no hablaba. Mi tío le sugirió que se acercara a la lumbre y que se calentara. Cuando estaba atizando la candela, el resplandor de los leños le permitió ver los pies. Eran pezuñas! Aquello le lleno de espanto y el Pancho exclamó: Jesús! En ese momento, contaba él, la monja salió de la choza a toda prisa"
Es una pena que sea un relato indirecto, ya que el sobrino no había sido testigo presencial del hecho, Pancho hace años que había fallecido, sin embargo esta historia se hacía lugar entre las siguientes generaciones, y la intensidad de la misma enfrentaba el olvido del tiempo. Había sido intensa a tal punto, que la probada valentía de Pancho, pareció quebrarse, ya que desde aquel episodio varias cruces empezaron a colgar de su cuello. Pancho constantemente repetía que se le había aparecido el demonio, las patas y pezuñas de chivo parecían suficiente prueba para indicárselo.
Es importante aclarar que más que la vivencia, era su interpretació n la causante de tales impresiones, y es interesante como cierta clase de ideas pueden condicionar la apreciación de lo vivido. María Cayo había interpretado desde otra óptica la experiencia "no puede ser malo, si no me hizo nada, yo tenía fe que era una cosa buena...lo he pensado como una cosa espiritual como un espíritu bueno, que puede ser de arriba, que me ha dado comportación, que me ha dado ánimo cuando yo lo ví". Sin embargo, "después con todas las habladurías de la gente me han hecho pensar mal, y me siento mal francamente porque me han dicho que vi el diablo, que me iba a llevar".
Por más que los hechos no provoquen daño alguno, lo desconocido a veces crea idea de peligro; idea que genera miedo y precaución. Tal es así que la gente de Tonco pretendía dar aviso a la policía (la policía de Cafayate, cabecera de departamento, ha enviado dibujantes de manera de efectuar un boceto de lo aparecido).
La explicación a través de la supuesta peligrosidad de lo desconocido podía resultar comprensible, pero daba la impresión de que estaba incompleta, había una hendija por donde se filtraba cierta incertidumbre, puesto que si solamente una persona había presenciado al extraño animalito, por qué el miedo de tantas? Podía encontrarse alguna clase de respuesta en las tradiciones y creencias del lugar?
La conexión
Llegados a este punto, es menester volver a una incógnita del suceso: tiene participación dentro del fenómeno ovni o es un hecho aislado de él?
Era de nuestro conocimiento que la propia María hace dos o tres años cuando residía en una finca en Agua Colorada había tenido una experiencia con unas raras luminiscencias. Entrada la noche y desde la finca había avistado extrañas luces que alumbraban todos los montes en dirección a la misteriosa recta Tin tin, las mismas se acercaron al rancho e iluminaron todo su interior. Luego de un alejamiento, María con cierta precaución salió gateando de la casa, pero al ver que se acercaban nuevamente, ella entró de vuelta. Con gran naturalidad concluyó "esa luz yo lo único que he pensado que son gente del espacio, y no le di ningún apunte(importancia) ".
También, y aunque ya no se veían muy seguido, teníamos conocimiento de los llamados "faroles" que rondaban por la zona de Tonco.
Pero todo esto no terminaba de aportar la claridad suficiente para establecer una relación directa con las manifestaciones ovni; y fue revisando algunos casos que una puerta se entreabrió. La solución no se encontraba en investigaciones en otras zonas del país sino en nuestra primera estancia en Salta en el mes de febrero. Fue la última persona entrevistada quien nos comentó que hace 16 o 18 años encontrándose en Yala, provincia de Jujuy, se le había aparecido una luz en un terreno baldío cercano que había tomado forma de centauro y que luego había adoptado una forma como de una virgencita de perfil . Eran las 3 A.M. cuando la imagen desapareció causando un sonido impresionante.
El relato aportaba un dato sustancial: una luz estaba asociada a las figuras. Este dato importantísimo no lo recordamos instantáneamente, tal vez porque lo habíamos escuchado fugazmente, y se habría disuelto en los demás relatos que se habrían contado. Pero ahora era la única bisagra que permitía comunicar dos mundos aparentemente incompatibles. Éramos concientes que solo era la punta del témpano, ahora habría que indagar nuevamente en la historia y la leyenda para reforzar o anular nuestras apreciaciones.
Sabíamos de la supuesta aparición de una bola de fuego que se habría remontado hacia el cielo en los momentos que Pancho vivenciaba el episodio de la monja con patas de cabra. Pero este evento era un punto no dilucidado del caso, ningún referente actual lo había mencionado, sólo Pancho tendría conocimiento, pero el ya no se encontraba.
Inconformes con la incompletitud de los datos, nos acercamos a las antiguas ideas de los nativos del lugar y nos encontramos con una atrayente frase de Adolfo Colombres sobre el mikilo: "proteiforme, cuyas representaciones son múltiples, como los juegos que puede improvisar la luz entre las arboledas y las peñas". Tal vez no haga falta pero es conveniente refrescar la memoria con la inmensidad de luces no convencionales observadas deambulando entre arbustos, cardones y árboles.
Otra referencia la tomábamos de la obra de Adán Quiroga, "Supay es la luz que mata que fulmina, que desgaja el tacu secular e incendia la quincha del rancho..." la cual relacionábamos con la enceguesedora luz que iluminó la finca de María Cayo en Agua Colorada. Por último, el mismo autor, en mención a los hapiñunos decía: "como ansían de sus telas a quienes quieren llevarse, han debido ser para mí una raza de diablos voladores". También las raras luminiscencias avistadas continuamente en distintas zonas del país reciben el nombre de luces "malas", maldad que no nace tanto de los males que provocan como de lo mucho que se acercan.
Lo tres capítulos que compartimos en esta saga de entidades mitológicas señalan sucesos demasiado raros que se estaban observando en las inmediaciones de la recta Tin tin. Consecuentemente, nos preguntábamos si eran poco regulares en la investigación o si nosotros los descubríamos recién ahora. Toda esta información abría nuevos caminos y ensanchaba las perspectivas con que veníamos enmarcando los relatos de la gente hasta ese entonces, es por eso que en el próximo capítulo trataremos de esbozar una hipótesis tentativa sobre los eventos ocurridos.
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