El duende y la luz
Esta es una de las dimensiones más fascinantes de la dinámica de lo enigmático. Cuando uno accede a los relatos orales y escritos de las personas, inevitablemente encuentra un comportamiento semejante entre los duendes y las extrañas luces que vagan en la zona. Los dos fenómenos parecen querer mostrarse pero no se dejan ver lo suficiente, se acercan pero antes de poder asimilarlos completamente, se alejan dejando vestigios de extrañeza. Esta idea nos fue impuesta por el transcurso mismo de los acontecimientos que relevábamos, por eso, lo que parece una infundada relación entre dos "entes de leyenda", es producto, en realidad, de dos fenómenos que se estaban desarrollando en un mismo lugar. No hay que olvidar que el albergue donde el duende hizo su aparición como el lugar donde Marisol observó a los enanitos se encuentran ubicados en poblaciones muy cercanas a la recta Tin Tin, sendero plagado de avistamientos ovni y una de las regiones
predilectas de los "faroles".
Por otro lado, leyendo las páginas de los autores mencionados encontramos interesantes datos que le darían más solidez a nuestras suposiciones. Eso se ve reflejado en un relato relevado hace 20 años por Pajés Larraya; Galindo Cola, pequeño de 12 años de la localidad de Abralaite, provincia de Jujuy relataba "...i visto a un negrito...así grande era, gris, brilloso, ...llevaba gris todo relumbrante y era cabeza cuadrada (...) Aquí (manos) llevaba así, y otra aquí y otra aquí, aquí un coso blanquito saliendo así(describe una pinza y una prolongación que despide un haz blanco)...esa luz era una luz potente, brillaba gris, como estaría pegao ahisito, pegándonos(dando sobre el cuerpo) así estaba(...) Un señor dice que ha visto ese mismo día que i visto yo, la misma hora allá arriba(en la montaña) un hombre, dice que venía chispiando.. .tirando así chispas de colores, todos los colores, ellos venían de la mina El Abra y él vió"
También a Berta Vidal en la provincia de Neuquén, un niño de 11 años le contaba: "el duende es chiquito. El hace una luz, como un machete de luz, y ahí se escuende, se desaparece. Mi papá dice que lo vio en Chile al lau de la casa donde vivía. Porque mi papá es chileno, pero ahí hay mucha gente que lo ha visto. Hay que tener cuidado porque se lleva a los niños..." En la misma provincia una mujer cuenta "dicen que vive en el monte un enano. Yo lo hi visto en apariencia, pero de verlo, no. Se ve como en medio di una luz. No se ve claro. Se siente un beso cariñoso en el viento, no se ve nada. Ese es el enano..."
Estos relatos por sí solos expresan la intrínseca relación entre la entidad y la luminosidad, y no tanto porque estuvieran presentes en un mismo momento, sino porque parecían fundirse formando una unidad, dando a entender la naturaleza compartida de ambos.
Más allá de esta naturaleza y a pesar que las leyendas e historias de los lugareños dan cuenta de su presencia desde tiempos remotos, tanto unos como otros siempre se revelan como foráneos o extranjeros de los lugares que aparecen. Entonces, ¿qué los hace distintos? Quizás sea que no forman parte de ningún fenómeno natural o humano hasta ahora conocido.
En estos dos capítulos intentamos dar cuenta de dos personajes, aparentemente de leyenda, que cobraban vida en poblaciones cercanas a la recta Tin Tin. En el próximo capítulo daremos a conocer hechos acaecidos en otra población cercana a la recta con atributos no menos inverosímiles.
La leyenda cobra vida.
"Supersticiones calchaquíes"
Así se titula el libro que hace 50 años escribiera el profesor salteño Pablo Fortuny, y aunque el propio título expresa su perspectiva en relación a lo testimonios calchaquíes, no deja de ser interesante la descripción que realiza sobre el duende en dicho valle salteño. Este valle está ubicado al oeste de la provincia, e integra a las poblaciones que se ubican al margen del río calchaquí de norte a sur, desde La Poma hasta Cafayate, zona que estuvimos recorriendo entre febrero y marzo del 2002.
"No se sabe donde vive, a no ser por lugares ocultos, y, por lo general, a nadie enseña sus escondrijos. Pero sí se conoce el origen de su existencia.. .son espíritus de criaturas que sus madres matan al nacer, vienen muertas o son abortadas. También se vuelven duendes cuando se mueren naturalmente, de párvulos, y no se les ha bautizado ni echado agua ni sal".
Fortuny continua relatando las características del duende: "este personaje mal nacido tiene las siguientes características: es petizón, tanto que parece un chico; "sombrerudo" , con un chambergo que le cubre hasta las orejas, por eso a los changuitos que se ponen un sombrero alón, les gritan: eh, duende! Lleva ropa común y su cutis según unos es blanco, según otros es de color. Lo malo es que el duende oculta casi siempre la cara y no se deja ver bien. Es mechudo viste de color negro y son desmedidos sus pies, de tamaño desproporcionado"
Por último, el folclorista describe distintos comportamientos donde menciona uno que tiene un interés particular para nosotros "le gusta jugar locamente con las guaguas(pequeñ os). Pare ello entra en los ranchos, y la hace dormir a la madre de las criaturas muy fiero, como dormidera"
No es ninguna coincidencia que tanto la explicación sobre el origen como la descripción coincidieran con lo relatado por los chicos y Esther. Si a esto se agregan los antecedentes de la tradición sobre la conducta del duende, es muy lógico el susto que provocara. Como cuentan las creencias, el diablo transforma a los duendes en seres que andan vagando para castigar a la gente mala o hacer jugar a los niños. Por eso, en su faz macabra, busca a los pequeños emparentados con personas que han hecho abortos y se venga persiguiéndolos, también arroja piedras a los techos, es adicto a inspirar fechorías juveniles, siendo la soledad de la noche o la hora de la siesta los mejores escenarios para vagar.
Un duende sin fronteras
Obligados por los datos deberíamos ampliar el perímetro de acción de la entidad, en el libro "El duende en la Puna", Fernando Pagés Larraya (cabe aclarar que enmarca los casos en una perspectiva diferente a la nuestra) da una antigua referencia aymara: "en el distrito de Chuchito (Bolivia), el señor Luis Núñez nos cuenta que en su niñez escuchaba el relato de una anciana campesina que decía que había observado algunas noches, que después de la medianoche, de la parte alta del pueblo, salían unas andas de fuego, conducidas por unos hombrecillos que recorrían las calles del pueblo, se dirigían hacia el lago Tititicaca, lo cruzaban y se perdían allí". También en la mitología aymara se hace mención de los "auchanchos" , enanos calvos y barrigones que salían en las noches provocando remolinos y gritaban como los rebuznos de burro; así también se encuentran los ejjes-ejjes, espíritus burlones que habitaban en los fangales y se presentaban
bajo la forma de enanitos.
Chile también tiene referencias, el profesor Daniel Danneman considera que es el tema más difundido de la narrativa tradicional de ese país; unos de los relatos que recolectó en 1990 tiene muchas relaciones con lo sucedido en el albergue salteño "me decían que esos hombrecitos se llamaban duendes, y que eran traviesos y jugaban a veces con los niños, pero que tenían mal genio y podían molestar a la gente de la casa, tirando piedras al techo, haciendo ruido en las piezas y rompiendo cosas", en una ocasión el informante mismo tuvo un encuentro: "de repente lo veo corriendo a parejitas con el caballo...parecí a que andaba por el aire".
En la provincia argentina de Tucumán hay un llamativo relato sobre un grupo de chicos que dirigiéndose a la escuela siempre pasaban por una acequia en la cuál uno de ellos sentía un miedo aterrador porque decía ver un hombrecito de estatura regular, pero asombrosamente él sólo veía. Esto sucedió durante un año, cuando le contaron a los padres del chico, estos le dijeron que era el duende que estaba jugando con ellos, que no les iba a hacer daño porque era inocente.
Ya en la provincia de Salta, Pajes Larraya da cuenta de las impresiones de un poblador de la localidad de Yruya "...de abajo del sombrerito se le notaban los ojos como aquel espejito, así le brillaban... los ojos parecían una linterna, y seguramente que sería el duende..."
Berta Vidal de Vattini hace 20 años realizó una envidiable recolección de historias a lo largo de toda la Argentina, labor que materializó en una decena de tomos. En uno de ellos dedica un espacio al duende y los relatos que engrosan las páginas coinciden con todos los otros mencionados. Por ejemplo, un hombre de Catamarca narraba " el duende es un hombrecito chiquito, como de medio metro, rechoncho, moreno, con una cabeza grande, con ojos negros y vivarachos.. ."
El Patas de Cabra
Patricio Parente
"No existe un suceso ovni igual a otro. Cada pesquisa
demanda acciones y planteamientos que poco o nada tiene que ver con los anteriores"
J. J. Benítez, La Quinta Columna
Bernardina Torres, la asistente social de la localidad de Payogasta, nos había dado bastantes precisiones sobre las vivencias de Marisol y los "enanitos", además ella misma había estado en el lugar pudiendo observar unas raras huellas en la acequia. Pero en el diálogo que mantuvimos con ella nos contaría algo más que iba a atraer fuertemente nuestra atención: una mujer de edad había visto algo así como un centauro en los alrededores de su hogar, en el pueblo llamado Tonco y por si fuera poco, había dejado unas huellas. Mas interesante aún era la actualidad del suceso, había ocurrido uno o dos meses antes de nuestro arribo a la zona.
Tanto los enanitos aparecidos a Marisol en Buenavista como el travieso duende del Albergue de Payogasta daban cuenta de la manifestación actual de entes mitológicos que se hundían en las raíces del tiempo. Pero por más preparada para el asombro que esté una mente curiosa, nunca se deja de asombrar. Cuando nuevas experiencias desafían la comprensión hay diferentes alternativas par reaccionar: el descarte; una forzoso acomodamiento a el dossier datos; o un esfuerzo por desentrañar lo novedoso de lo conocido.
El 21 de marzo nos decidimos por la última alternativa, porque fuera una burla o un nuevo cause que tomaban los sucesos, a investigar se aprende investigando, con ese lema partimos al lugar.
El relato
Tonco es un pequeño pueblo, un caserío humilde encajonado entre cerros y cardones al que solo se accede transitando una senda de ripio que serpentea por el desierto y tiene su naciente en la recta Tin Tin.
Desde una lomada se empieza a vislumbrar la escuela, la pequeña capilla y las viviendas de adobe que se esparcen en el paisaje como si hubieran sido salpicadas por una mano misteriosa. Y en este reino de silencio y soledad, el tinte ocre de las viviendas se mimetiza con el medio evidenciando como los individuos comparten más el paisaje de lo que lo explotan.
Contemplando esas enormes soledades, uno aprende a valorar el temple humano, la comunión de la tierra con el hombre, el dominio de la naturaleza que, no vencida, otorga a cuenta gotas sus bondades.
Es así como las propias circunstancias parecían dar una dosis de validez a cualquier clase de extrañeza que golpeara nuestras puertas, pero el relato que íbamos a escuchar desbordó todas las ideas previas.
María Cayo vivía junto a su hermana en un puesto un tanto alejado del casco principal del pueblo. Toda su vida había residido en aquel lugar, por lo que conocía perfectamente bien los alrededores. Sus 72 años no parecían entrometerse en su vida, su gran lucidez y perspicacia bañaban al relato de una solidez poco conocida.
Casi todos los días se dirigía a la zona de Agua Colorada, quebrada que se encuentra a 3 km. del poblado de Tonco, y que posee la suficiente cantidad de agua para servir de bebedero para la hacienda de cabras que criaba. La posición del sol distaba que eran las 1 PM aproximadamente cuando ella distinguió a lo lejos algo así como una vaca que bajaba caminando quebrada abajo:
Gaceta: ¿Que es lo que pudo ver y cuánto hace?
María: pongamos, primeros días de febrero. Vi un animalito, pero yo no quería avisar a nadie porque...yo vi un animal bonito, en mi pensamiento. .. y todo yo vi un animal bonito, y después...con todas las habladurías de la gente me han hecho pensar mal, y ya empecé a desconfiar de todo. Pero yo no tenía miedo ni ninguna cosa, yo lo tenía primero como un animal...querí a avisarle al Parque(cercano Parque Nacional los Cardones), pensé que del Parque habían soltado un animal raro. Yo nunca lo había visto antes, en ninguna parte ni en Salta, que había visto tele (televisión), pero ese animalito nunca lo había visto.
Gaceta: ¿Por qué era un animal raro?
María: No era raro, es un animal que yo no lo conocía.
Gaceta: ¿Y que forma tenía?
María: Era forma de animal, y al frente de persona.
Observando más detenidamente divisó un "raro caminar, caminaba como dando trancos largos, como en cámara lenta" por lo que ella se escondió detrás de un monte. Sin embargo seguía observando al animal, el cual notó la presencia de la señora, y" miró un poquito"; fue esa conjunción de la mirada con su indiferente andar lo que dio tranquilidad a María para levantarse hasta un alto y disfrutar lo que veía sin necesidad de protección alguna.
En ese momento se alarmó por la posibilidad de que las cabrillas dispararan como "cuando dispara todo bicho cuando no conocen", pero no lo hicieron, es más, cuando bajaba caminando, "las cabrillas se hacían a un lado" y sin alterar el caminar tranquilo del animal.
Como el animalito "caminaba" en una dirección contraria a la que María lo hacía, tuvo la oportunidad de observarlo con mayor agudeza, pues hacia ella se dirigía. Alrededor de 15 metros fue la mayor proximidad porque era el momento en que los caminos se cruzaban, y fue en ese entonces que pensó terminante: "como puede ser tan raro, vaca no es".
La descripción del animal que el destino nos tenía preparada no se podía encerrar dentro de ninguna categoría conocida, y de esa manera nuestro intento de racionalizació n parecía desbordarse tratando de encuadrar los nuevos datos a los ya obtenidos en tantas investigaciones. Además, ni María misma había podido interpretarlo, ni aún en las hojas que su sobrino había tomado de Internet, que mostraban animales pero que ni se asemejaban a lo que ella había presenciado.
La cara no la había podido ver, lo que tenía era una clase de manto blanco que le cubría todo el cuerpo, por lo menos hasta la cintura, parecía que colgaba de la cabeza, como "un pañuelo que le caía por lo hombros", lo que más se asemejaba era a las orejas de las cabras, aunque "que orejas tan largas, redondeaban la cara":
Gaceta: ¿Podría ser pelo?
María: Yo no sé, era brilloso pero yo no lo podía distinguir, pero le vi como si tuviera una cosa bordada, una cosa como fuera...la virgencita que tiene la pollerita toda dibujada, vió?...así, o el manto cuando lo hacen así toda bordada, dibujada, vió? así..., bueno tipo así(haciendo un gran esfuerzo por representar lo que relataba).
Gaceta: ¿Pero, le caía de la cabeza?
María: Caía sí, largo.
Gaceta: Hasta donde le llegaba?
María: Hasta todo el cuerpo, para abajo, bueno...todo abajo yo no le vi, yo le vi hasta...digamos. ..donde termina la espalda, más abajito no le vi.
Asombrosamente "yo no ví los brazos, para arriba no tenía brazos"; tampoco parecía buscar alguna clase de alimento; mirar a María y dejarse ver eran como la fórmula de su comportamiento.
Recién cuando comenzaba a darle la espalda, María pudo ver definidamente una de las piernas, "larga y flaca como un hombre alto y flaco. Para debajo de las espaldas tenía cuerpo de animal pero delgadoncito, de pelo brilloso castañito; y tenía cola también, era delgadoncita, en la puntita como si fueran pelitos, daba hasta los garrones (muslos) y toda marroncita; pero al frente (repetía continuamente) era como si fuera gente".
No es una confusión que el animalito estaba de espaldas y María seguía viendo el frente, porque luego del cruce de sus caminos, dejando un trecho como intervalo y durante tres veces consecutivas éste se dio vuelta para mirarla, como evidenciando y confirmando su extraña naturaleza. Y fue en la tercera vez, cuando estaba "más lejitos, se ha dado vuelta todo el cuerpo", y sin miedo pero en señal de guardia, ella llamó a los perros. Al acudir a su llamado "ya se ha movido más rápido, como si fuera brincando, como un paso largo. El tomó río abajo y yo subí por la quebrada".
Huellas y animales
Después de haber leído las líneas anteriores se puede inferir que la extrañeza no provenía solamente de la forma sino también del andar. Específicamente, María comentaba que cuando el animalito asentaba una pierna ya estaba levantando la otra, nunca apoyaba las dos piernas juntas.
En este punto es donde entran en juego las huellas, había alguna clase de coincidencia con la forma de desplazarse del raro animal?
Habían pasado 20 días desde la experiencia, ya había oscurecido y María se encontraba realizando las faenas de su hogar cuando se percató que los perros toreaban y seguían algo que ella no podía visualizar desde su casa. Luego escuchó como un silbido, ramas que se agitaron y los perros regresando disparados. Al otro día, Gloria Cayo, su sobrina, le comenta que hay extraños rastros que vieron con su marido:
Gaceta: ¿Ustedes pudieron ver las huellas?
Santos Cayo: si, han llegado hasta acá (cerca de la casa de ellos)...por atrás de la casa. Eran rastros raros, como un animalito de dos patitas.
Gloria Cayo: era como un tipo rastro de vaca, pero con una sola( una sola huella de pezuña de vaca), y la de atrás era diferente, porque esa no la asienta seguido, como que la asienta por ahí nomás...es como borroso, como un caballo sin herradura... así como piecito de bebé, como que están unidos.
Santos: pero no tiene las dos manos, asienta una sola, y de atrás también, una sola.
Gloria: Por eso pensamos "tiene que ser una vaca", pero para ser una vaca tiene que ir con dos manos adelante y las dos patas de atrás...era como una línea, como que va saltando, como si fuera un canguro.
Los rastros parecían evadidos por los perros, porque se quedaban junto a ellos. Este comportamiento canino se asemeja al de los dos perros de María en el suceso ocurrido 20 días antes:
María: las cabras parecía como que se habían juntado, había huellitas y olfateaban por ahí. Estaría parado o tomando agua.
Gaceta: los perros que hicieron?
María: rastreaban como a algún bicho(no al "animalito") , y no daban importancia( ...) como que no lo vieran, lo ignoraban.
Fue por las huellas que en nuestro arribo a Tonco, antes de entrevistar a la señora efectuamos una especie de sondeo previo. Sabíamos que aunque ya le habían puesto nombre: "patas de cabra", ninguna persona había visto nunca lo que María había observado. Pero además de los familiares de la señora, distintas personas del poblado, entre ellos enfermeros y maestros, habían constatado con sus ojos las extrañas marcas, y todos coincidían en la rareza de las pisadas: se sucedían una a otra en forma lineal, como en hilera, y el trecho entre una y otra era demasiado largo para ser de animales del lugar o personas. A su vez, las huellas parecían de dos clases, una parecía de vaca y la que le sucedía se asemejaba a la de un caballo sin herradura. Y es raro porque aunque caballos si hay, las vacas se encuentran a 40 km., y solo transitan la zona en forma estacional, y esa precisamente no era la época.
Los datos no necesitaban forzarse para sugerir una relación con la vivencia ocurrida tres semanas atrás: las huellas sí coincidían con el desplazamiento de este ser.
Es interesante porque pareciera como si algo hubiera querido dejar evidencia de su existir en las cercanías del propio pueblo, evidencia que la misma María había tratado de encontrar en Agua Colorada después del alejamiento del animalito, pero el pedregoso suelo se lo había impedido.
La validez de la experiencia ya no dejaba caer su peso en el relato solamente, ahora se maximizaba a causa de una instancia física, palpable y observada por muchos. Y lo que es más, juntas, estas dos vertientes de la experiencia reforzaban aún más la rareza del "animalito", no era ni un canguro, ni un oso, ni un burro, como decía María "era un bicho raro".
En este punto, y después de apreciar su transparente coherencia, el episodio exigía una pregunta que nos haría transitar por otras: ¿Qué había visto María? ¿Había algún antecedente ?
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