El medio subglacial de la Antártida es más dinámico de lo que parece. Bajo las extensas y gruesas capas de hielo hay lagos de todos los tamaños y muchos de ellos se llenan y vacían, pasando el agua de uno a otro, líquido que facilita el desplazamiento de los glaciares. Una investigación realizada con un altímetro láser desde un satélite de la NASA ha identificado ahora 124 lagos activos subglaciales en el continente blanco. Además, la investigación, que ha durado más de cuatro años, ha permitido presenciar procesos de llenado y vaciado de lagos, por lo que estos depósitos subglaciales, funcionan como una red de fontanería a escala continental, dicen los científicos.
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La mayoría de las bolsas de agua están en cabeceras de cuenca
"El descubrimiento reciente de lagos subglaciales en la Antártida ha cambiado nuestro mismo concepto del sistema hidrológico subglacial de la capa helada", afirma Benjamin Smith, científico de la Universidad de Washington en Seattle (EE UU), líder de la investigación. "Hemos hecho la estimación de los cambios de volumen de cada lago", añaden en su artículo, publicado en la revista Journal of Glaciology.
No es ésta la primera exploración de los lagos subglaciales del continente blanco. De hecho, las estimaciones hasta ahora indicaban que habría unos 280. Pero los registros anteriores puntuales no permitían determinar si se trataba de bolsas de agua estáticas o dinámicas. Gracias al Geoscience Laser Altimeter System (GLAS), a bordo del satélite Icesat, han podido detectar y medir durante cuatro años y medio (desde octubre de 2003 a marzo de 2008), cambios de elevación en el hielo, deformaciones superficiales, en casi todo el territorio antártico asociadas a la dinámica de los lagos ocultos. Una clave de su trabajo consiste en comparar los registros tomados en varios sobrevuelos -dos o tres cada año- del satélite sobre cada sección del territorio.
"La hidrología subglacial supone todo un nuevo campo que se abre con el descubrimiento de los lagos llenándose y vaciándose en relativamente poco tiempo con grandes volúmenes de agua", adelantaba el glaciólogo Robert Bindschaller ya en 2007. Ahora, los nuevos datos muestran que en algunos casos, parece que el agua se transfiere de unas lagunas a otras, pero también se producen transferencias con fuentes que el satélite no ha sido capaz de detectar, advierten los investigadores.
Hace dos años, con los datos que estaba tomando el Icesat combinados con otros de radar, los científicos anticiparon que la conexión de los lagos subglaciales con el movimiento de los hielos sería una clave para aclarar el rompecabezas de la estabilidad de la capa de hielo del continente. Se descubrió entonces, por ejemplo, que una de estas bolsas de agua internas, de unos 30 kilómetros de largo y 10 de ancho había provocado una notable deformación del hielo por encima de ella (de unos nueve metros) y se calculó que el lago habría perdido en el proceso unos dos kilómetros cúbicos de agua.
El inventario que ahora hacen Smith y sus colegas, en el territorio delimitado por el paralelo 86 sur, muestra que hay lagos repartidos por diferentes zonas del continente blanco. Incluso han detectado uno pequeño en las proximidades del célebre Vostok (que no es activo). Pero la mayoría de los 124 identificados por ellos están en zonas costeras, en las cabeceras de grandes cuencas geológicas, donde más se mueven los hielos, por lo que la dinámica de estas lagunas influye en la descarga de agua dulce en el océano. Aún así, en una zona de la Antártida oriental donde hay bastantes lagos, el altímetro láser indica que pocos de ellos son activos y apenas contribuyen al desplazamiento de los glaciares.
En cuanto al tiempo que tardan en llenarse y vaciarse estos lagos, Smith y sus colegas afirman que en algunos casos el proceso es relativamente lento y tarda tres o cuatro años, aunque en otros casos bastan unos meses, y hay flujos que pueden ser tan rápidos como los ríos.
El Vostok, en peligro
Bajo una capa de hielo de casi cuatro kilómetros de grosor está el lago antártico más famoso: el Vostok. Mide unos 250 kilómetros de largo y 50 de ancho. Hace tres décadas, los soviéticos empezaron a perforar el hielo y a sacar muestras, deteniéndose, en 1998, a un centenar de metros de la bolsa de agua líquida. Los científicos de todo el mundo alertaron acerca del alto riesgo si se llegaba hasta el lago, que podrían albergar formas de vida de hace millones de años.
Rusia decidió hace unos meses reemprender el trabajo, pese a la advertencia de la comunidad científica internacional acerca de la muy probable contaminación del lago con el combustible de la maquinaria, el anticongelante y los lubricantes. Además, se podría provocar un gran géiser al liberar el agua sometida ahora a altas presiones. Los rusos no han debatido abiertamente sus planes pero no se descarta que retomen la perforación en la temporada 2009-2010.
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