lunes, 11 de enero de 2010

La homosexualidad no es una patología y la gente con esa orientación puede integrar familias, dicen especialistas

A lo largo de la historia y con pocas excepciones, las parejas homosexuales han sido una minoría perseguida y estigmatizada en las sociedades occidentales: con base en ideologías, consignas morales, credos religiosos, prejuicios e incluso corrientes académicas, se los ha considerado como pecadores, pervertidos, criminales, anormales o enfermos. Pero para la ciencia moderna basada en hechos, son sencillamente seres humanos, a quienes no debe negarse la posibilidad de formar una familia o adoptar hijos, como a cualquier persona heterosexual.

“Desde las evidencias de la ciencia y la sexología modernas, la homosexualidad no es considerada ya como patología, sino como una orientación sexual; inclusive tiene fundamentos genéticos y es simplemente una variante de la diversidad en la elección de pareja que se manifiesta no sólo en el ser humano, sino en todos los mamíferos”, señala el médico genetista Rafael Rico García Rojas.

“En 1992 la homosexualidad dejó de considerarse como patológica en el DSM-IV (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, de la Asociación Psiquiátrica de EU). Luego se estudió si esta orientación tiene una base genética o no. Esto aún no se sabe a ciencia cierta, pero definitivamente los homosexuales nacen, no se hacen”, asegura la sexóloga Isabel Saro Cervantes.

En diciembre de 2009, la Asamblea Legislativa del DF modificó el Código Civil para permitir que personas del mismo sexo se casen. La capital se convertirá así, una vez publicada la reforma, en la primera ciudad de Latinoamérica donde se promulgan ese tipo de leyes. En 2001, Holanda fue el país pionero en legalizar bodas homosexuales, seguido por Bélgica (2003), España y Canadá (2005). Hoy existen figuras equivalentes en Noruega, Suecia y Sudáfrica, mientras el reconocimiento civil de uniones rige en más de 20 naciones, incluidos varias estados de EU y de países latinos como Venezuela y Argentina.

Estos cambios legales han generado aplausos, pero también reacciones adversas, censura y abierto rechazo por parte de grupos conservadores, instituciones políticas, asociaciones religiosas e incluso de médicos, psicólogos y psiquiatras guiados por enfoques psicoterapéuticos fundamentados más en especulaciones teóricas que en casos reales.



Hechos y evidencias

“Hoy, la investigación al respecto ya no se basa sólo en descripciones anecdóticas ni en casos clínicos aislados (caso por ejemplo de la labor de Sigmund Freud, padre del psicoanálisis): está centrada en encuestas, estudios de mercado, censos, que manejan grandes muestras mucho más representativas de la población homosexual real”, escribe la investigadora y psicoterapeuta Marina Castañena Gutman en su libro La nueva homosexualidad (Editorial Paidós).

Para la experta, no es casual entonces que en el pasado los profesionales de la salud mental hayan observado de manera consistente problemas como ansiedad, paranoia o depresión en sus pacientes homosexuales, que formaban no una población representativa, sino clínica: “Es como si se estudiara a los niños o a las mujeres observando únicamente los casos que lleguen al consultorio. Por supuesto, ¡todos tendrían algún problema de salud!”, precisa en la obra referida.



Un aspecto muy polémico dentro de la nueva legislación que entrará en vigor en el DF en marzo, es la posibilidad de que las parejas del mismo sexo adopten hijos (homoparentalidad). Los opositores han manifestado que esto no sólo atenta contra las bases de la familia tradicional, sino que puede acarrear trastornos a los menores tutelados por esas personas homosexuales, a las que suelen considerar como mentalmente inestables o no aptas para la paternidad.



Castañeda sostiene en entrevista que la realidad social en el país muestra un panorama completamente distinto: “Hoy por hoy, en México sólo la mitad de los hogares están constituidos por familias nucleares tradicionales. La otra mitad la forman hogares monoparentales (un sólo padre), parejas sin hijos o uniones compuestas de padres con hijos de relaciones anteriores”.

Advierte que por ello la adopción debe abordarse no en términos abstractos, sino en función de lo que ocurre en la vida real, bajo la premisa de que lo importante no es el deseo de los padres o las posturas ideológicas, sino el bienestar de los menores. Cita un documento emitido en 2002 por la Academia Americana de Pediatría, que apoya la legislación al respecto: “Los niños dados a luz o adoptados por un miembro de una pareja del mismo sexo merecen tener la seguridad que implica tener a dos padres reconocidos legalmente”.

Y con base en datos de la Asociación Psicológica también de EU, la psicoterapeuta dice que se ha encontrado, gracias al estudio de cientos de miles de casos (tan sólo en EU había en 2000, 164 mil hogares formados por parejas de homosexuales con hijos) que los padres del mismo sexo no difieren en nada de sus contrapartes heterosexuales en términos de su compromiso, amor y dedicación a sus hijos.

Refiere que para evaluar el bienestar psicológico general de los niños y adolescentes homoparentales se les han aplicado pruebas psiquiátricas, de inteligencia, de personalidad y autoimagen, además de evaluarse su comportamiento y juicio moral. “Todos los parámetros entran en rangos normales”, escribe en el libro mencionado.

“En lo que respecta a la integración social con sus pares, los niños (de parejas del mismo sexo) tienden a relacionarse más con sus congéneres sin presentar anomalía alguna”. Y sobre el riesgo de que los padres homosexuales cometan abuso sexual con los menores a su cargo apunta: “La investigación de los últimos 30 años muestra de manera consistente que los perpetradores de abuso sexual infantil son casi siempre hombres, no mujeres, y que los hombres homosexuales no son más propensos a ello que los heterosexuales”.



El doctor Rafael Rico, ex jefe de Genética del Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional La Raza, del IMSS, coincide con ese planteamiento:

“En estudios clínicos controlados hechos en Europa y EU, se han comparado hijos adolescentes crecidos en el seno tanto de parejas heterosexuales como de homosexuales (gays o lésbicas) y no se ha encontrado ninguna diferencia en la salud mental y el equilibrio psicológico entre ellos”, afirma el genetista.



Más investigación

Castañeda reconoce que estas indagaciones tienen limitaciones metodológicas porque el tema es muy reciente y por ende las muestras de población disponibles para evaluar son muy pequeñas, lo que ha resultado en que casi todos los estudios aborden el caso de hijos concebidos en una relación heterosexual previa (antes de que los padres formen un hogar homosexual) y mayoritariamente en parejas de lesbianas.

Pese a esas limitaciones, puntualiza la autora, los estudios son tan numerosos que podemos considerar sus conclusiones como certeras, lo cual no significa que no deban seguirse realizando, en particular en México, donde prácticamente no hay referentes debido a lo novedoso del asunto:

“Hay estudiantes que están haciendo sus tesis de licenciatura o doctorado sobre estos temas y me piden ayuda, me dicen que no hay bibliografía en español y les respondo: ‘ustedes la tienen que hacer. Pero en 20 años tendremos un corpus de investigación en el país’”, confía la también conferencista.

Considera que, por la controversia que ha desatado, el tema es análogo al del matrimonio interracial en EU. “Hace 30 años se consideraba que los hijos de uniones interraciales (legalizados a nivel federal en 1967 en ese país) serían como una aberración porque padecerían patologías terribles y no serían aceptados ni por los blancos ni por los negros. Cuarenta años después no sólo todo mundo ha olvidado esos argumentos arcaicos, sino que además uno de esos niños, producto de un matrimonio interracial, es presidente de EU” (Barack Obama).

Por eso, asegura Castañeda, “esta nueva ley (para autorizar matrimonios entre homosexuales) debe importarnos a todos, pues lo que está en juego es la integración de todas las minorías a una sociedad plenamente democrática y la libertad individual, por no hablar de la laicidad del Estado mexicano”.

“El gran avance es que por fin, a las personas con orientación diferente a la heterosexual, se les reconocen plenamente sus derechos de casarse o tener hijos, lo cual puede darse a través de técnicas biológicas o por adopción”, opina el doctor Rico García Rojas.
fuente
eluniversal.com.mx

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